jueves, 9 de diciembre de 2010

Compré los diarios de Pizarnik. En las escaleras mecánicas un tipo se acercó y me dijo: ¿te gusta Pizarnik? A lo que yo respondí: si, demasiado. Él refirió algo acerca del abismo y después quiso que asistiese a un recital de poesía en la calle Hernán Cortés. Le di mi correo. Creo que siempre he fantaseado con que alguien se parase a mirar el título de alguno de mis libros, que, como en el poema de Bukowski, la vieja bibliotecaria dijese alguna vez “tiene un gusto excelente, le felicito”. En mi caso ha tenido que ser un psicópata. Le di mi correo igualmente. Por supuesto no pensé ni por un momento pasarme por el recital. Son tan falsos, afectados e inútiles. Uno lee poesía en su casa, en el water, en el parque o incluso esperando el autobús, pero no lee sus propios poemas en voz alta. El poeta no busca el aplauso, busca otro tipo de reconocimiento más sincero. “Que por vocación no puedes tener sino un público, y en cambio buscas almas gemelas” (C. Pavese) y por eso abomino de los recitales poéticos.

Fui al cine con Pablo L. Vimos “Biutiful”. No me gustó. De hecho, por momentos la odié. Me avergonzó la desfachatez del director de intentar comprimir todos los temas que él supone una lacra para el buen funcionamiento del mundo (insolidaridad, xenofobia, cáncer, bipolarismo, corrupción, y un largo etcétera) en un largometraje de casi tres horas, y hacerlo a través del lugar común, el tópico y la sensiblería fácil para llegar al corazón de un público bovino e iluso. La ciudad de Barcelona y muchos inmigrantes, ¿a quién le importa? La intención y el fin, los mismos que persigue en sus malditos cortos con voz en off cualquier Marcos con rastas y sus años en la facultad de cine que cervecea en la Tabacalera mientras diserta sobre algún filósofo aburrido que leyó de soslayo. Incapaz de entrar en la historia, incapaz de sufrir por la historia. Detrás de cada plano se veía al director esforzándose por vernos sufrir muchísimo a todos, sudando por que nos sintiésemos conmovidos, apretándole los tornillos más y más a la historia hasta reventarla. La lacra son todas estas supuestas buenas intenciones, la lacra son los tipos como este.

Compré más libros: Espera a la primavera Bandini, de John Fante, Nada es crucial, de Pablo Gutierrez, Trilogía sucia de La Habana, de Pedro Juan Gutierrez, El mal de montano, de Vila-Matas, y por último, Velocidad de los jardines, de Eloy Tizón.

 Me agobia todo lo que me falta por leer. Pizarnik muy joven:

“No sé escribir. Quiero escribir una novela, pero siento que me falta el instrumento necesario: conocimiento del idioma.”

“Y para decir algo tengo que saber algo. Y yo no sé nada. ¡Tengo que estudiar! ¡Quiero estudiar! ¡Pero temo estudiar en la facultad! Me gusta estudiar sola, sin método, sin programa...

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