miércoles, 29 de diciembre de 2010


El día empieza con unas luchas a muerte con Oli en la cama. Al final se nos va la mano y termina arañándome la cara. No me importa quedar marcada por heridas de estas guerras.

Después mi madre llega de la calle con un montón bolsas y recriminaciones. Quiere que me vaya. Oli y yo representamos un problema. Dejamos un rastro de tazas sucias, pelos, y arañazos en el parqué. De vez en cuando dice: ¿pero tú no te ibas mañana? Y yo le digo que estoy enferma, que así no puedo ir a ningún sitio.

Conocí a un chico en un bar sórdido el día veinticuatro. Tiene un grupo de rap y aros en las orejas. Ayer me mandó un mensaje para tomarnos una cerveza, pero al final se hizo tarde y decidimos abortar misión. Yo estaba preparada para iniciar de nuevo el trámite: qué hiciste, qué haces actualmente, chistes para que se ría, vamos a otro bar, cuéntame un poco eso del grupo, etc. No sin una pereza infinita, claro, pero nada comparable al tedio de estar en casa escuchando a mi madre comentar el patinaje artístico en la tele. Así que si la novedad es un gitano rapero pues no hay más que hablar.

Con mis amigos de aquí siempre es lo mismo. Nos conocemos tanto y hemos evolucionado tan poco que nos sabemos de memoria las conversaciones, y al final uno bebe las cervezas con una sensación de estar atrapado en un bucle sin fin. Ayer Edu vino a buscarme a casa y llevamos a Oli a un parque de césped amarillento y árboles desnudos y mutilados. Después de relatarme con su dosis de humor negro sus pocas perspectivas de futuro en esta ciudad, me dijo que en realidad no le gustaba hablar conmigo porque se volvía más raro aún. Me puso algo triste, porque pensé que para las personas influenciables represento un peligro. En realidad Edu es bastante más raro y asocial que yo, solo que él lucha por integrarse y a mi ya me da un poco igual. Cuanto menos tengo que ver con la gente más me reafirmo. Él sin embargo si no encaja se pone triste. Y luego me lo cuenta con inocencia.

Cuando volví a casa el gitano-rapero me mandó otro mensaje. Creo que si todo sigue como hasta ahora y nadie hace algo para impedirlo, esta noche quedaré con él.

Ayer Anita me “echó las cartas”. Lógicamente yo no creo nada en este asunto del tarot, pero me asusté un poco porque de todas las cartas que podían salir me tocó el esqueleto con la guadaña y las cabezas cortadas. 


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