domingo, 2 de enero de 2011
Las huellas del perro en el tiempo del parque. Contemplo Madrid desde el puente, con su triste sol artificial de belén navideño. El hijo de los dueños del bar, de unos diez años, espera en la puerta mientras bebe un batido enfundado en su abrigo viejo. Los ratos muertos de mi infancia. Una ciega mendiga en el suelo y vuelve los ojos ahumados al cielo. Por un momento parece mirarme, y es la misma muerte mirándome a los ojos. Pero también hay madres que pasean con sus hijos en la seguridad de la familia, hombres tranquilos por los que pasa el tiempo suavemente las mañanas de diario, café y puro. Bajo sus boinas respiran apacibles sin que la angustia los visite. Un anciano detiene su paso reumático frente el escaparate de una farmacia como una despedida del mundo. Reproduzco sin querer el itinerario que hicimos juntos. Entro a comprar tabaco en el mismo bar que aquel día pero hoy no hay nadie que me espere a la salida.
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